De la "Reial Acadèmia de Medicina de Catalunya"
Galardonado con la "Creu Sant Jordi" 2008
Foto: AFP/ Shutterstock
La existencia de la humanidad es fruto del azar. Dentro del vasto universo es un hecho accidental y fortuito, si bien de gran interés para nosotros. Surgimos tras una larguísima evolución, de la que nada ni nadie podía inferir adónde se dirigía porque la evolución no tiene rumbo.
Somos muy antiguos, en el más insignificante gusano existe ya el germen de lo que luego fueron los animales vertebrados y más tarde los mamíferos y los humanos. Ha sido una historia de extinciones y supervivencias difíciles, a menudo crueles. La mayoría de las especies que aparecieron en la Tierra ya han desaparecido, sobrevivir cien o doscientos millones de años nunca fue garantía de perpetuidad. Nuestra especie apareció hace unos doscientos mil años. La raíz es muy antigua, pero el fruto humano es reciente.
La capacidad de nuestro cerebro para la emoción, el afecto, la cultura y la economía nos hizo humanos. Probablemente hay otros animales que llegan a pensar sobre sí mismos y en sus relaciones con los congéneres, pero los humanos somos los únicos capaces de escribir y leer un libro o comunicarnos por Internet. La capacidad para la cultura es nuestro gran tesoro y el instrumento para domesticar el entorno. Pero nuestro cerebro también tiene más capacidad que otros para desarrollar la perversión, es el precio a pagar por nuestra gran fecundidad mental. Conseguimos el dominio sobre la naturaleza que nos engendró y a su vez la maltratamos como hijos desagradecidos. Devastamos los árboles que nos procuran el aire de la vida y restamos impasibles ante el hambre y el genocidio que sufren amplias poblaciones de nuestra propia especie.
La capacidad para la cultura es nuestro gran tesoro y el instrumento para domesticar el entorno.
A pesar de todo, el humano contiene en sí lo más elaborado y exquisito de la evolución natural de la vida, un cerebro que se debate entre el amor y la agresión, entre la voluptuosidad de los sentidos y la soledad del espíritu. Capaz de emoción, credulidad y curiosidad. El cerebro humano ha sabido desarrollar civilización y grandes conquistas culturales, primero para sobrevivir luego para conseguir mayores placeres, como ocurre con la música, uno de los mejores logros culturales que permite gozar de un sentimiento feliz, aunque sea fugaz como la propia vida.
La capacidad para la emoción es, quizá, la frontera que califica la aparición de la consciencia en los animales. Por medio de la emoción establecemos intereses, vínculos y relaciones sociales. La emoción vincula el aprendizaje en la infancia y juventud, con la maduración cognitiva y la consciencia. La emoción orienta el interés de la curiosidad. Si la credulidad nos convierte en fáciles devotos de la magia, la curiosidad permite el desarrollo del conocimiento científico. Gracias a la inteligencia emocional construimos la inteligencia operativa que hace posible el desarrollo tecnológico.
Para todas estas capacidades es necesario el desarrollo e indemnidad del cerebro. Ya en el siglo xix el fisiólogo Karl Vogt afirmaba que el cerebro humano segrega pensamiento como el estómago jugo gástrico, el hígado bilis y el riñón orina.
Con ánimo de síntesis puede afirmarse que las cualidades del cerebro humano, tal como se explica en este libro, son fruto de la evolución de tres estructuras que se han desarrollado progresivamente a lo largo de la historia natural:
Por medio de estas estructuras los humanos somos creativos o miserables, felices o infelices. Las diversas cualidades humanas dependen del buen funcionamiento cerebral, así la empatía, el afecto a la familia, la cooperación, el sentimiento comunitario, la moralidad, la credulidad, el interés por lo mágico, o la curiosidad que nos lleva a investigarnos a nosotros mismos como al entorno. Carl Sagan decía que el interés humano por saber es el arma para sobrevivir, adueñándonos de la naturaleza. Pero además, las complejas estructuras de nuestro cerebro también contribuyen a que nos compliquemos la vida, a que seamos codiciosos, o que nos cueste superar la frustración y nos hundamos en la angustia o la depresión. Todo depende del manejo que podamos hacer de las capacidades cerebrales, de las tendencias que heredamos y de cómo fue madurando nuestro cerebro desde la experiencia en la infancia y adolescencia. A lo largo de la vida oscilamos entre la actividad y la reflexión, cuando el equilibrio se altera es fácil pasar de la actividad a la estéril agitación maníaca, o por el contrario a la pasividad depresiva o a los hábitos dañinos para la salud. Éstos son los lindes entre la salud y la patología.
Por medio de estas estructuras los humanos somos creativos o miserables, felices o infelices.
La humanidad es una historia de fantasías, tristezas y alegrías. Somos adaptación de muchas capacidades: resistencia a la adversidad, razonamiento analítico, ansia de placer, búsqueda de belleza, sociabilidad, contención de impulsos egoístas, ansia de perpetuación, necesidad de sentirnos seguros en el futuro. A menudo fracasamos en nuestro empeño, pero en general conseguimos rehacer el equilibrio. Si hemos perdurado y desarrollado tanto como especie es porque no sucumbimos fácilmente, nos cuesta rendirnos. Incluso ante la muerte cercana, intentamos engañarnos con expectativas falsas a fin de no renunciar al anhelo de vida.
Durante la vida convivimos con nuestros semejantes y debemos afrontar decisiones que día tras día configuran la particular existencia de cada uno, sus posibilidades de trabajar para ganarse el sustento y la consecución de espacios de felicidad. El cerebro humano establece las estrategias y las decisiones, conjugando las lealtades con la independencia personal, el egoísmo con la solidaridad, las apetencias y deseos con sus costes y nostalgias, la persecución del éxito con el sentimiento de fracaso, la calidad de la soledad personal con la convivencia compartida en el sosiego de la pasión. Sin un cerebro indemne no es posible elaborar todas estas estrategias. La personalidad no es una categoría etérea, es la propia estructura neural del cerebro, con matices distintos para cada individuo.Los humanos han hecho repetidamente gala de despreciar la vida cuando se trata de adversarios o competidores, no obstante en lo más profundo de nuestro cerebro subyace el interés por la vida y su perpetuación, como en otros animales, de forma que atentar contra la vida de otro se cualifica como actitud perversa, antinatural o inhumana (no propia de los humanos). Mediante el respeto a la vida, el humano da valor a su propia existencia.
El cerebro es un producto de la evolución y adaptación al medio a lo largo de millones de años, pero a su vez el cerebro humano en tanto que productor de cultura, de técnica, es quien configura el futuro de la humanidad. Las condiciones de vida de la población son resultado de la cultura desarrollada por los humanos, no son un producto directo de la evolución. Si hoy se vive mejor en algunas áreas del planeta es porque muchos humanos se esforzaron, a veces con alto coste, en conseguir progresivas cotas de bienestar. Si en Europa hay Seguridad Social y se trabajan menos de cuarenta horas a la semana es gracias al esfuerzo de muchas generaciones que paso a paso arrancaron mejoras sociales a quienes mantenían el dominio económico. Es una conquista cultural, no evolutiva. Ya que todos los humanos somos una única especie, la generalización del respeto a la vida, a la libertad de pensar y la mejora de las condiciones de existencia, siguen siendo el objetivo primordial. La fecundidad del cerebro humano no conseguirá su máxima producción cultural mientras haya amplias bolsas de pobreza y desnutrición. Puede entenderse lo dicho como una cuestión de solidaridad. Es cierto. Pero es mucho más que eso, es también una cuestión de egoísmo genético. La cultura y la tecnología de que es capaz el cerebro humano se desarrolla a partir del intercambio de ideas y experiencias muy diversas, como demuestra la historia humana. Nos interesa que todos los humanos tengan buenas condiciones de vida para pensar y proponer nuevas ideas. Todos somos necesarios a todos.
Los problemas que se ciernen sobre el futuro precisan que todos puedan contribuir a su solución. Hay que cooperar además de competir, éste es el reto histórico. El fenómeno de las migraciones debería replantearse desde estas premisas.
Hay que cooperar además de competir, éste es el reto histórico.
En nombre de la justicia y la equidad a veces se han cometido errores graves, si bien no tantos como los causados por el dogmatismo y la intolerancia. La acumulación de experiencia de pura las teorías y los intentos. Pero la experiencia necesita tiempo. Mi abuelo Pascual decía que la experiencia es una señora que siempre llega tarde. En cualquier caso baste recordar que tras la domesticación del fuego y más tarde del invento de la agricultura, se ha conseguido en pocos milenios un gran despegue tecnológico. Si acabáramos con las áreas de miseria, la esperanza de vida aumentaría, se conseguirían nuevos recursos energéticos y mejoraría la calidad de vida en todo el planeta. A pesar de mi escepticismo y de la peligrosa codicia de los humanos, tengo esperanza. Con avances y retrocesos la humanidad conseguirá ir adelante y vencer la vanidad del rey de la creación. Como dijera Elías Canetti, hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no lo destruyamos.
Este artículo corresponde al epílogo de la nueva edición de El Cerebro del Rey en RBA divulgación, con el siguiente indice:
Capítulo 1. El origen: del plasma a los árboles y a Mozart
Casualidades, 15. Del plasma a la vida y a la herencia, 20. De las algas a los simios, 27. ¿Cómo nos hicimos humanos?, 36. Un cerebro para la cultura y la técnica, 54. Caracteres humanos, 69. Bibliografía recomendada, 78.
Capítulo 2. sexo y sexualidad
Sexo y género, 83. Femenino y masculino, 87. Diferenciación e identidad sexual, 97. Homosexualidad, 105. Deseo y emparejamiento, 112. Seducción, 121. Incesto y clonación, 125. Coito y orgasmo, 132. Despertar de la sexualidad y reproducción, 142. Madurez, sexualidad posgenésica, 153. Bibliografía recomendada, 166.
Capítulo 3. El alma, la consciencia y la memoria
Preámbulo, 169. Emoción, caderas y crías desvalidas, 172. Tendencias básicas del humano, 181. El saber ocupa lugar, 183. Los sueños facilitan la memoria, 191. Memoria, 193. Los recuerdos no son objetivos, 203. Memoria protegida e inconsciente, 206. La consciencia, 207. Bibliografía recomendada, 218.
Capítulo 4. Raíces de la conducta
Móviles similares para todos, 221. Estructura cerebral y emoción, 227. Los impulsos de la motivación, 232. Algo sobre el placer, 241. Genes y experiencia, 247. Programa de vida, 252. Alteraciones del estado de ánimo, 255. Comunidad y moralidad, 260. Altruismo, moral y simpatía, 266. La selección de opciones y el afán de teorizar, 275. Bibliografía recomendada, 281.
Capítulo 5. Envejecimiento
Un carácter humano, 283. ¿Qué es envejecer?, 288. Edad y deterioro, 293. ¿Qué capacidades se pierden primero?, 298. Envejecimiento y memoria, 300. La demencia, 305. Demografía, 309. Causas de discapacitación, 313. El humor y el sueño en la ancianidad, 318. Factores de riesgo y consejos para la memoria, 322. Envejecimiento enfermizo, 326. Bibliografía recomendada, 331.
Capítulo 6. Frente a la muerte
Los genes no mueren, 333. Cerebro grande y sentimiento de muerte, 335. Sin cerebro no hay vida humana, 340. Criterios para el diagnóstico de la muerte, 344. Coma y estado vegetativo, 345. El impacto emocional de la muerte cercana, 351. La información médica, 358. No sufrir, 363. El final, 370. Bibliografía recomendada, 374.
Capítulo 7. estructura y organización del sistema nervioso
¿Qué son las neuronas y cómo se comunican?, 377. Otros tipos de células del sistema nervioso, 382. ¿Cómo está organizado el sistema nervioso?, 383. El cerebro humano, 387. El córtex cerebral, 389. Córtex primario motor y sensorial, 391. ¿Qué es y dónde está situado el sistema límbico?, 395. Hipotálamo: el cerebro controla las hormonas, 396. El córtex prefrontal y las áreas de asociación: razonamiento, memoria e inteligencia humana, 397. El córtex visual nos permite ver formas tridimensionales y colores, 401. Bibliografía recomendada, 403.
Epílogo
Agradecimientos